en Mesopotamia
(Jorge Mª
Ribero-Meneses)
La primera palabra conocida, grabada sobre piedra en
tiene 38.500 años de antigüedad
Los “descubridores” de Europa. (Historia del descubrimiento de
la escritura).
1.
Introducción.
2.
La senda hacia el
descubrimiento del origen del habla.
3.
Antecedentes en el descubrimiento de la escritura.
a.
Julio Cejador.
b.
Waldemar Fenn.
c.
El origen
cantábrico de la palabra escritura.
d.
Los verdaderos padres de Europa.
Con la publicación de esta revista y todos
los descubrimientos que contiene -jamás intuidos, siquiera- en relación con el origen
de la escritura, se abre una nueva era para los estudios filológicos y
arqueológicos. Por la misma razón que nada
ha sido igual en
Sé por una larga experiencia que cuando un
investigador español realiza un
descubrimiento de primera magnitud, que resulta absolutamente irrefutable y
que, por ende, no puede ser objeto de las críticas, invectivas o burlas de los especialistas en la materia de que se
trate, la táctica habitual seguida por éstos es la del silenciamiento. En lugar del divide
y vencerás, aquellos que se pretenden intelectuales
aplican, en estos casos, el ignora y
vencerás. Se hace caso omiso de los nuevos descubrimientos y se deja que
transcurra el tiempo, con el fin de conseguir que el olvido acabe engulléndose
al autor de los mismos y de que, desaparecido, desprestigiado o marginado éste
por completo, su obra y sus hallazgos pasen a ser, por así decirlo, del dominio
público. Una vez conseguido esto, una vez olvidada por todos la persona que
realmente efectuó los descubrimientos que fuesen, nada se interpone entre los intelectuales carroñeros y la obra de
aquel colega suyo al que consiguieron enviar al otro mundo, corroído por la
rabia, la indignación, la cólera, la tristeza... y la vergüenza. Vergüenza ante tanta perfidia y ruindad. España sabe
mucho, mejor que ningún otro país del mundo, de esta abominable táctica
utilizada por quienes, pretendiéndose intelectuales, son expertos en fagocitar la obra producida por las
mentes más lúcidas de nuestro, por lo común, paupérrimo panorama intelectual y cultural.
Siguiendo esta táctica de desprecio > derribo > apropiación,
los nombres más preclaros que ha producido el pensamiento ibérico han caído en el
más vergonzante de los olvidos, en tanto que toda una legión de mediocres y de
inútiles pueblan las páginas de las enciclopedias y de los manuales de
Historia, a pesar de no haber efectuado aportación original alguna a la cultura
y al conocimiento y a pesar de que su contribución más valiosa fue aquella que
pudieron realizar gracias a que supieron
beber, ruinmente, en la obra de aquellos sabios cuya tumba contribuyeron a
cavar con sus desdenes, sus calumnias, sus zancadillas... y sus maniobras para
conseguir sumirles en la ruina y en el desprestigio.
Veinte años de investigaciones sobre los
orígenes de Iberia, de Europa y de
Mal están los codazos y las zancadillas entre
los aspirantes a ocupar un sitial eminente en el panorama de las Letras, pero
si deplorables son este tipo de comportamientos, lo es muchísimo más el hecho
de que el camino de
Paso a paso, pues, y con la ayuda de mis
lectores más asiduos y allegados, integrados hasta hoy en el Círculo Europeo de Hiberistas y, desde
hoy, en
La intelectualidad española no podía tolerar
una herejía semejante que, por otra
parte, hacía tambalear todos los dogmas imperantes en la época en relación con
el nacimiento de las lenguas, de la civilización y de las primeras religiones en el Mediterráneo oriental,
y a partir de ahí se inició un calvario para Cejador que habría de llevarle a
abandonar
Y así resulta que la idea más brillante que
yo le conocía al afamadísimo don José
Ortega y Gasset, es un plagio vergonzoso de las tesis de Cejador y de otros sabios europeos en
estrecha sintonía con él... Así resulta que lo único inteligente que yo he leído en la obra del eminentísimo don Ramón Menéndez Pidal, considerado
hasta aquí como el mayor filólogo español de todos los tiempos, es otro plagio
repugnante de las tesis del propio Julio
Cejador... Así resulta que don Américo Castro y don Claudio Sánchez Albornoz, bebieron
también, cuanto les convino, en las fuentes de Cejador. Exactamente lo mismo que hizo el teósofo Mario Roso de Luna,
aunque en este caso no me consta si reconoció u ocultó esa deuda en su obra. Me
gustaría pensar que Roso de Luna -hombre de extraordinaria talla intelectual- fue
mucho más honesto que los personajes
que he citado anteriormente. ¿Y qué decir de don Miguel de Unamuno,
excelente poeta, buen escritor, pensador mediocre y nefasto filólogo que siendo basko
y catedrático de lengua griega, ni
se enteró siquiera de que la lengua baska es el precedente indiscutible de la lengua helénica...? Y eso que, como
todos los miembros de
El autor con Areilza |
También Antonio
Cánovas del Castillo parece haberse visto influido por la obra de Cejador, aunque tampoco me consta si lo
llegó a reconocer o no. La misma duda que me cabe respecto a Joaquín Costa, paisano de Cejador y
hacia el que quiero pensar que mostró admiración y respeto. E ignoro si
discípulo pero seguro que lector ferviente de ese gran jesuita que a pesar de haber honrado a
Pero toda aquella fecunda siembra no sirvió para nada. Las tesis
de Cejador y las de todos los sabios
europeos que compartían ideas semejantes en relación con el sobresaliente papel
desempeñado por
Y ya por último, merece mención aparte en
este comentario un filólogo español fallecido en 1983, el basko Imanol Aguirre, por el que llevo
rompiendo lanzas desde que supe de su existencia en 1987, convencido de que él
había sido el primero en descubrir la primogenitura de la lengua baska. Toda mi obra está preñada de
homenajes a este olvidado filólogo, a pesar de que no he bebido jamás en su obra y de que sus tesis filológicas
llegaron a mi conocimiento a través de uno de sus hijos, cuatro años más tarde de que yo hubiese elaborado y
publicado las mías propias, muy afines a las suyas en lo que se refiere a la
primogenitura del euskera. Porque me cabe el enorme orgullo de haber construido
todas mis tesis filológicas, antropológicas, arqueológicas y etnológicas antes de haber leído a todos los autores
citados o a los que me dispongo a mencionar a continuación, en este caso a
título de homenaje. Mi camino fue muy otro al de todos ellos y tuvo como única guía al sentido común.
Éste ha sido mi único maestro y por
éste me he guiado y sigo guiando desde que inicié mis investigaciones en el año
1984, tras dos años de estudios
sobre otro de los grandes temas tabú de la etapa franquista:
La historia de
Cejen, pues, todos los plagiadores en su
sucio y estéril empeño. Porque de la lectura de las páginas precedentes se desprende
que ningún plagio acaba quedando impune y que, aunque a veces tengan que
transcurrir siglos para ello, la verdad termina imponiéndose siempre sobre el
engaño. Quede aquí claramente expresado mi desprecio hacia quienes construyen
su medro valiéndose del mérito ajeno. Quede aquí claramente reflejado mi
propósito de desenmascarar a quienes, huérfanos de talento, usurpan el ajeno
para enjalbegar la fachada de su
grisácea y patética mediocridad.
Las más viejas formas de escritura del
planeta se encuentran en
Para comprender el talante de Manuel de
Góngora nada mejor que estas palabras de presentación escritas por él mismo: Los
alemanes distinguen entre dos clases de doctos: unos que sólo piensan en el
objeto científico y en la verdad; y otros que antes que todo piensan en sí
mismos, en su fama y en su vanidoso nombre. Quiera Dios que pueda yo contarme
entre los primeros, pues datos es lo que faltan a la ciencia y sobran sermones
y elucubraciones. Sabias
palabras que, ocioso es decirlo, suscribo de forma apasionada.
Manuel de Góngora reproduce en su obra un
buen número de signos encontrados en cuevas y sepulcros de Andalucía, habiendo
sido él mismo el descubridor de algunos de ellos. Por eso escribe con legítimo
orgullo: Este descubrimiento es exclusivamente mío y me proporciona la gloria de
ser el primero en España que da a conocer una escritura prehistórica
enteramente nueva y desconocida.
Y parece indudable que lo era, ya que Julio
Cejador y el alemán Waldemar Fenn
son posteriores a Góngora.
Manuel de Góngora nos habla de las Cuevas de Carchena, descubiertas en 1848
cerca del monte Horquera, no lejos de
Torre del Puerto:
El
ansia de buscar tesoros hizo que las escudriñasen ciertos vecinos de Baena,
dando con unas sepulturas... y con numerosa colección de lajas sueltas donde
aparecían estraños geroglíficos. Lleváronse a Baena secretamente, se guardaron
y aún guardan con misterio como receta segura de la anhelada riqueza.
Y reproduce en su libro el dibujo de dos de
ellas. Dibujo en el que puede apreciarse que no se trata de planos para localizar
un tesoro, sino de escritos cuya antigüedad debía ser enorme. Y digo debía porque es obvio que esas tablillas
de piedra han pasado a mejor vida. Como casi todo lo que ha aparecido en
España. Por eso resulta una misión tan titánica la de redescubrir su pasado:
porque han sido tan grandes la ignorancia y la codicia en la vieja Iberia, que todo cuanto de valor se
descubre, primero se oculta y a la postre se pierde. Como aguda y chuscamente
escribiera mi cuarto hijo, Ibán: la
prueba de que el Paraíso estaba en España es que no se ha encontrado. Si la
cuna de
Nos habla también Manuel de Góngora de una
preciosa colección de pinturas prehistóricas descubiertas...
... en
Piedra Escritá, en un lugar casi
inaccesible, habitación de fieras y cabras monteses. Pasado el río de los
Batanes, en remotísima edad y con arte y simetría, se cortó a pico de espiochas
la falda del peñasco, que es de pedernal fino, dejando una fachada o
frontispicio de seis varas de alto y otras tantas de ancho, abriendo allí dos
cuevas contiguas pulimentadas en sus cuatro caras. En los dos frentes
esteriores aparecen más de sesenta símbolos o geroglíficos escritos con modo
rústico y sencillo, con tinta rúbrica bituminosa. La media luna, el sol, una segur, un arco y flechas, una espiga, un
corazón, un árbol, dos figuras humanas y una cabeza con corona se destacan
entre aquellos signos, albores de la escritura primitiva.
Aunque no puedo entrar ahora en ello, todos
esos grabados que ornaban el frontal de Piedra
Escritá constituyen una auténtica antología
de la más vieja mitología ibérica.
Al tiempo que una prueba más de que
¿Nos sorprenderemos, a partir de cuanto
antecede, de que alguno de nuestros viejos historiadores denomine certeramente enuskera
a la lengua de los Baskos, probándose así su parentesco con la lengua
hablada en la supuesta primera ciudad de
¿Nos sorprenderá, así mismo, el hecho de que
la lengua enuskera = euskera = eskuara resulte compartir su denominación
con términos tan primordiales, en relación con cuanto venimos viendo, como
puedan serlo las voces escuela y escribir?
Un investigador francocatalán al que me
referiré más adelante, Juan Parellada de
Cardellac, supo comprender no sólo la ancianidad de la lengua hablada por
los Baskos, sino también su carácter incontestablemente autóctono:
Los
primitivos autores del euskaro,
abuelos de los vascos, vivían ya en su actual territorio en la época glacial,
como está por otra parte plenamente demostrado en nuestros días.
Si los
vascos han podido conservar su lengua es porque han mantenido, a través de
milenios, su primitiva identidad racial, sus caracteres antropológicos
ancestrales. La estricta probidad científica me obliga a declarar que los
últimos trabajos científicos del Dr. de Bos, del Instituto Rockefeller, han
demostrado que contrariamente a lo que se ha admitido hasta hoy, los genes ADN
son susceptibles de mutaciones motivadas por agentes exteriores de clima y de
medio ambiente. Ello implica que si el hombre vasco ha conservado íntegras sus
características peculiares, ha sido en su medio ambiente, o sea en las montañas
vascas.
El éuscaro es la lengua paleolítica de los
territorios ibero-ligures, que no procede de ninguna parte sino que es
autóctona. La lengua vascuence, como lengua prehistórica, constituye el
monumento lingüístico más arcaico de Occidente, cuya conservación incumbe tanto
a Francia como a España.
Cerca estuvo Parellada de comprender que
detrás del euskera se oculta la primera lengua hablada por el ser humano,
madre de todas las lenguas de
Las
crónicas nos hablan de los Iberos, de los Celtas, de
los Fenicios, de los Romanos, de los Cartagineses y de las invasiones bárbaras
y árabes. Todo esto induce a pensar que se produjo aquí una mezcla de todos los
pueblos llegados de fuera, pero la realidad es que estos últimos no representan
más que una ínfima minoría menor de lo que se cree y comparable a una delgada
capa de aluviones sobre la roca viva de la población indígena y prehistórica de
España.
Una forma como otra cualquiera de afirmar
que las lenguas ibéricas no proceden del latín. Porque sería insensato
pretender que esa delgada capa de
aluviones hubiera podido prevalecer sobre la roca viva de nuestras hablas milenarias. Una idea que está
también latente en estas sorprendentes palabras de Ramón Menéndez Pidal en su Estudio
en torno a la lengua vasca:
No
existen razones para negarse a creer, con Aranzadi, que el vasco es una de las
lenguas que se hablaban bajo los dólmenes e incluso, tal vez, en las cavernas
cuaternarias. Los hombres que hablaban esta lengua pueden identificarse con
aquellos a los que los autores antiguos denominaban Iberos. El vasco representa el
vestigio venerable de las lenguas ibéricas desaparecidas y merece por ello toda
nuestra atención y el respeto que se debe a las reliquias de
Como he escrito anteriormente, sólo el hecho
de que estas ideas de Unamuno y de Pidal no fuesen propias sino adquiridas,
permite entender que ambos filólogos no llegasen a descubrir, a partir de
ellas, no sólo que las lenguas romances no proceden del latín sino que la
primera lengua hablada en el mundo tuvo su matriz a orillas del Cantábrico.
Mucho más cerca estuvo de verlo un cura francés que merecería se le erigiera un
monumento por su lucidez. Me refiero al Abate Espagnolle, autor del libro Origine des Basques:
El sustrato principal de la lengua francesa
es prelatino. Yerran por lo tanto aquellos que la hacen derivar de la lengua
latina.
Palabras tan clarividentes como
contundentes... y ciertas. Siempre han ido los Franceses
por delante de los Españoles en las cosas del pensamiento y de la cultura. No
es extraño por ello que algunos de ellos se hayan negado a comulgar con ruedas
de molino en lo tocante a la latinidad
de las lenguas del Occidente de Europa. Por eso Franc Bourdier, en su libro
Les origines de la langue basque, se expresa en estos términos no menos
concluyentes:
Tengo
la impresión de que el vasco no ha sido tomado suficientemente en consideración
para la búsqueda de las etimologías francesas, incluidos los nombres
geográficos. La mayoría de estas etimologías son rebeldes a las derivaciones
latinas.
A estos dos Franceses clarividentes a los
que acabo de referirme, se unen varios sabios europeos cuyos nombres merecen
ser recordados en el momento en que, al descubrirse a orillas del Cantábrico
las más antiguas manifestaciones escritas de la historia de
Tratando
de Ibero, segundo Rey de España,
hacen gran memoria Alberto Magno, Solino y Poliodoro, cómo el río Hebro nace en el remate de los Perineos, en los confines de los Cántabros, vulgarmente llamados Vizcaynos,
y lo que digo dellos digo de los Guipuzcoanos, que todos son Cántabros
superiores, porque es toda una gente,
una nación, una lengua, una antigüedad, una nobleza y un valor...
Esto dicho, escuchemos ya a los pensadores
europeos de los que fuera discípulo el eminentísimo aragonés, Julio Cejador:
Herder
(Memorias de
Julio
Klaproth (prefacio de "Asia políglota"): La
afinidad universal de las lenguas está rodeada de una luz tan resplandeciente, que todo el mundo debe considerarla como
enteramente demostrada. Lo cual sólo se puede explicar suponiendo que los
retazos de la lengua primitiva, se hallan todavía desparramados por todos los
idiomas del antiguo y nuevo continente.
Alejandro
Humboldt (Epígrafe al "Asia políglota" de
Klaproth): Por aisladas que parezcan algunas lenguas, por raras que parezcan sus
caprichosas maneras de expresión y sus dialectos, todas tienen analogía, y sus
idénticas y comunes relaciones quedarán todavía más patentes a medida que la
historia filosófica de los pueblos y el estudio de los idiomas vayan
perfeccionándose.
Max
Müller ("Lectures"): En la
portentosa fecundidad de la primera emisión de los sonidos y en la instintiva
selección de las raíces, hecha después por las diversas tribus, podemos hallar
la explicación de la diversidad de las lenguas, como nacidas todas de una sola
fuente. Podemos comprender no solamente cómo se formó el lenguaje, sino también
cómo hubo de escindirse en tantos dialectos; y estamos convencidos de que sea
cual fuere la diversidad que haya en las formas y raíces del habla, no puede
sacarse de semejante diversidad ninguna prueba concluyente contra la
posibilidad de un origen común. La
ciencia del lenguaje nos levanta a una altura desde donde podemos atalayar la
aurora de la vida humana, y donde la frase del Génesis de que en toda la
tierra no había más que una sola lengua, nos ofrece un sentido más natural,
inteligible y científico que el que antes conocíamos. Mejor que ningún otro monumento de la tradición, el fenómeno del
lenguaje da fe de las luces que rodearon a la cuna de
Gonlianoff
(Discurso sobre el estudio fundamental de las lenguas, París 1822): La sucesión de los hechos anteriores a la historia, borrándose con los
siglos, parece oponerse a la unidad del linaje humano. Si algún día osara algún filósofo asentar la multiplicidad del origen
del humano linaje, la identidad de los idiomas todos vendría a desenmascarar el
error y llegaría a convencer con su autoridad a los más convencidos de lo
contrario.
Jacobo
Grimm ("Acerca del origen del lenguaje", Berlín, Dümmler 1852): Si el lenguaje hubiera sido un don celestial
dado al hombre y creado sin él y fuera de él, la ciencia no tendría derecho ni
medios para buscar su origen; pero si es
obra humana, si ofrece un derrotero y un desarrollo regular, es posible llegar
hasta su cuna por medio de legítimas inducciones.
Julio
Cejador ("Introducción a la ciencia del lenguaje", Madrid, 1911): ...
los pocos que han sostenido la pluralidad originaria de los idiomas, no
formaron tal juicio estudiando las lenguas. La lingüística en cuanto tal ha llevado siempre a creer en la unidad
originaria del lenguaje. Lejos estaban Platón y Humboldt de recurrir a la
intervención inmediata de la divinidad en el origen del lenguaje, y no menos lo
estoy yo, que trato de exponer el origen del habla de una manera tan natural
como el origen del gesto, de la fisonomía, de la visión y de la locomoción.
Julio
Cejador, como Marcelino Sanz de
Sautuola, tuvo también su aliado y adalid en un eminente erudito catalán, P. Bosch-Gimpera. A éste me remito,
pues, y a su prólogo al libro de Cejador Ibérica -I-, antes de pasar a reproducir algunas de las tesis defendidas
por el lingüista aragonés:
Cuando
terminaba la corrección de las pruebas del presente trabajo sobre las antiguas
inscripciones ibéricas, pasó a mejor vida el que fue sabio Profesor de Lengua y
Literatura Latinas de
Su
producción copiosa, de la que buena
parte se halla todavía inédita, acerca de la historia del castellano, de sus orígenes
y del vasco, no sólo como lengua primitiva de España, sino como lengua en la
que debían buscarse, según él, las raíces de las demás, deja una profunda
huella.
El
problema del vasco le llevó a estudiar las antiguas inscripciones ibéricas, que
creyó poder descifrar a través del vascuence, después de haber hallado un nuevo
sistema de lectura de los alfabetos en que están escritas y que creyó el primero de las civilizaciones
históricas...
Sin
duda los resultados de Cejador habrán de
ser muy discutidos y nosotros, que no somos filólogos, no sabríamos formar
una opinión acerca de este difícil problema, que viene discutiéndose desde los
tiempos de Humboldt. Creemos, sin embargo, que el trabajo en que el difunto
maestro puso todo su entusiasmo y que meditó y retocó cuidadosamente durante
mucho tiempo, es uno de los mayores esfuerzos hechos para resolver el problema,
así como también creemos que debe ser tomado en consideración y estudiado por
los especialistas, sobre todo por los filólogos que se ocupan de la lengua
vasca. El propio Cejador les invitaba, al terminar su obra, con la ecuanimidad propia del verdadero
hombre de ciencia, a que la discutiesen serenamente.
De tal
discusión esperamos mucha luz. ¡Desgraciadamente en ella no podrá intervenir ya
Cejador, que tantas ilusiones cifraba en este trabajo que, en cierta manera, venía a darle la clave de una gran parte de
su labor filológica!
Escuchadas las cariñosas palabras de
Bosch-Gimpera, conozcamos ahora algunas de las tesis de Julio Cejador en
relación con el origen del lenguaje y de la escritura:
Desde
que se publicó la obra de Manuel de Rougé, Mémoire
sur l´origine égyptienne de l´alphabet phénicien (París, 1874), se admite
generalmente que el origen del alfabeto está en los jeroglíficos egipcios. Muchos comienzan ya a dudar y a mirar a las
islas del Mediterráneo y aun hacia España. La cultura minoana de Creta y
la ibérica de España comienzan a revelársenos como las más antiguas del
Mediterráneo. Cuando al alfabeto ibérico -llamado celtibérico o de letras desconocidas y que debería llamarse español o euskérico, puesto que es el propio de los antiguos españoles o del
euskera, habla primitiva de España-
desde fines del siglo XVI en que se dio a conocer, no se ha podido descifrar ni
una sola palabra: ha sido el mayor fracaso que se conoce en achaque de
inscripciones.
(...)
Bien sabía Hübner (Monumenta linguae
ibericae, Berolini, 1893) que tenemos en España todavía un idioma
antiquísimo, (pero) como veía que los sabios españoles no daban la menor
importancia al vascuence y no sólo no lo sabían ni trataban de estudiarlo, sino
que se reían de los que se acordaban de este idioma, no se tomó el trabajo de
aprenderlo. Él y los sabios españoles
merecen en este punto seria censura. Si el vascuence es continuador del
idioma ibérico, por muy cambiado que esté en él aquel idioma, siempre sería de
ayuda inapreciable. (...) Este
menosprecio de un idioma que tenían dentro de su propia casa, ha sido la
verdadera causa del vergonzoso fracaso de no haberse podido descifrar ni una
sola palabra ibérica. (...) "Domine" me han llamado en letras de
molde y hará ya la friolera de veinte y tantos años que se dijo que "era
lástima que tuviera yo la chifladura del vascuence". La frasecita sigue
repitiéndose, en vez de refutar algo
de lo mucho que acerca del vascuence llevo escrito y publicado hasta la fecha.
(...) Desde el siglo XVIII los
eruditos españoles sienten verdadera tirria contra el vascuence y ni admiten la
tesis de Humboldt (el euskera, lengua primitiva de Iberia), admitida por la mayor parte de los
sabios extranjeros.
Dan
por enteramente averiguado que el vascuence no tiene nada que ver ni sirve para
nada tratándose de inscripciones ibéricas ni de castellano. Ceguera increíble, menosprecio injustificado de un idioma que, aunque
no hubiera tales inscripciones, deberían estudiarlo nuestros eruditos como el
monumento más venerable y antiguo de España. El vascuence, por ellos
menospreciado, les ha jugado una mala partida, mejor dicho, les ha dejado en su
ignorancia por no haber acudido a él que les hubiera alumbrado.
Las
pruebas aducidas por mí sobre que el vascuence se habló por toda España y, tal,
que no difiere del vascuence hablado hoy, son tan evidentes que, entre los
escritores españoles se va notando ya algún cambio, dando como cosa averiguada
que el vascuence se habló en otro tiempo fuera del país vascongado y aun por
toda España; aunque (...) el estudio del
vascuence es harto espinoso y pide gran desinterés por no dar honra ni
provecho. Mis argumentos, ¿cómo van a tomarlos en cuenta los que me tienen
por un dómine y por un chiflado en materia de vascuence?
(...) Ello supone gran cultivo de las letras
entre los españoles en su propia lengua, el vascuence, antes de llegar acá los
romanos. La mayor parte de los historiadores no se explicaban el dicho de
Estrabón de que los turdetanos tuvieran
escritos literarios tan antiguos como él dice. ¿Pero no tenían su alfabeto, que
veremos supone muchos siglos de vida y de evolución? Los historiadores romanos
para nada hablan de los españoles, si no es como guerreros que tanto les dieron
en qué entender. La civilización
romana hundió la civilización española, hundió su literatura, su lengua, su
alfabeto. Fuera de ese texto tan general de Estrabón y de otro de Silio
Itálico, en que dice que ciertos
españoles cantaban versos en su idioma, nada nos dijeron los romanos de
aquella nuestra cultura.
(...)
Otra cosa queda probada y es que el
vascuence de aquella época remota no ha cambiado en lo más mínimo. Duras de aceptar
parecerán estas conclusiones a los enemigos del vascuence: pero ellos se tienen
la culpa, porque el sabio no ha de tener malquerencia ni mirar de malos ojos
ninguna cosa, si quiere dar con la verdad.
(...)
Y digo del alfabeto y no de los alfabetos, porque aunque en cada región y época
se emplearon unos signos más que otros, todos
pertenecen a un solo alfabeto evolucionado en épocas y regiones y los signos
principales se hallan en todas las regiones y épocas.
(...)
Resumiendo, las letras primitivas son
ideogramas, sobre todo de la conformación de la boca al articular los sonidos,
ideogramas de la articulación. Nada de esto se vislumbra en los alfabetos
fenicio ni griego. No puede ser casualidad esta pintura en todas las letras, de
modo que hay que confesar que tal fue la intención de los hombres que
inventaron la escritura, que fueron los euskaldunas. Tenemos, pues, aquí el
origen del alfabeto y de la escritura entre los mismos que aún conservan el
habla primitiva. Nada más natural.
(...)
Lo segundo que se saca de este estudio es que el alfabeto ibérico es muy antiguo, aunque no podamos precisar cuándo
se inventó. La evolución de formas hasta olvidar el valor ideológico de los
que lo inventaron requiere mucho tiempo. Además, de este alfabeto veremos que
salieron el fenicio, el griego y hasta el hiératico de Sumer y Acad, del cual
salieron los signos silábicos de las inscripciones cuneiformes de Asiria y
Babilonia. Es, pues, anterior a la cultura babilónica y asiria, a la egipcia y
a la cretense o minoana, esto es, anterior a todas las culturas que conocemos.
Los signos de nuestro alfabeto se derramaron por el Mediterráneo y llegaron
hasta
No
sabemos cómo se llamaba cada signo del alfabeto entre los euskaldunas; pero de
sus nombres debieron salir los que se conservan entre griegos y semitas, algo
modificados...
(...)
cuando se redactaron las inscripciones y medallas que poseemos se había ya
olvidado el valor propio y digamos etimológico de los signos. El mismo hecho prueba la antigüedad grande del alfabeto,
pues para que así se pierda el valor ideológico y propio sonido de cada signo
silbante, confundiéndose todos ellos, muchos tiempos son menester que transcurran.
Inscripciones de Portugal. Son
sin duda las más importantes por todos conceptos. Las letras son de las más
|
antiguas y sin mezcla de signos de
alfabetos extraños o de signos ambiguos. Apenas si hay que suplir nada. Son finalmente tan artísticas en el trazado
y de tan denso contenido ideológico, que puede asegurarse que tenemos aquí las
más antiguas muestras literarias que conocemos de España. El idioma es
francamente el vascuence sin lugar a dudas.
(...)
Hay que convenir en que el griego y latín tienen letras ibéricas que no tiene el fenicio, es manifiesto, y que no se
derivaron de las correspondientes fenicias. ¿Vinieron de Grecia a España o de
España fueron a Grecia? La respuesta es la misma que dimos a la pregunta de si
vinieron a España las letras ibéricas saliendo de las fenicias o las ibéricas
dieron las fenicias. En España se hallan
todas las griegas y latinas y con su clara derivación mediante la jucla de las
formas primitivas; en Grecia no se halla explicación de la jucla ni de las
formas jucladas, ni se hallan todas las primitivas que de las jucladas
salieron, ni se halla explicación alguna
de ninguna de las letras, como se hallan en España. Luego de España salió el
alfabeto griego...
Gloria de España es poseer todavía el habla
más antigua y de la cual se derivaron los idiomas todos que conocemos, el habla natural, nacida de los gestos,
principalmente de los gestos de la boca o articulaciones. Con ella se
conservó el alfabeto primitivo.
Quedaron atrás los tiempos míticos de los
vascófilos que, desconociendo la lingüística como ciencia del lenguaje, que
todavía no había nacido, nos presentaron atisbos de la verdad a vueltas de mil
elementos míticos y misteriosos, de patrañas que les desacreditaron. Con mis
trabajos ha entrado la luz de la ciencia en aquel bosque tenebroso.
(...) Cómo del vascuence salieran las lenguas
indoeuropeas, lo hallará el curioso recogida y ceñidamente en mi Diccionario etimológico-analítico
latino-castellano.
El descubrimiento del alfabeto primitivo
confirma mi descubrimiento del origen del lenguaje: el idioma primitivo y su
alfabeto y escritura tenían que ir a la par y hallarse en la misma raza
española.
Sólo me queda rogar a los verdaderos sabios,
quiero decir, a los que buscan sólo la verdad, lean con serenidad este mi
trabajo, como leyeron los demás míos, y me comuniquen las rectificaciones de yerros que
sin duda en tan espinosa materia no habrán de faltar, a pesar de todos mis
esfuerzos.
Discípulo, sin duda, de Humboldt y conocedor de la obra de Julio Cejador, el ilustre arqueólogo germano Waldemar Fenn consagró la última parte de su vida a demostrar que
A diferencia de otros sabios europeos,
Waldemar Fenn no sucumbió cautivado al canto
de sirena de la mitología ibérica, ni tampoco se vio deslumbrado por el
arcaísmo de la lengua de los Baskos. Fenn es completamente ajeno a esas
cuestiones y su fascinación por la cultura ibérica va a plasmarse en el afán
por descifrar el oscuro y crucial significado de nuestra riquísima -y única-
escritura paleolítica.
El camino elegido por Fenn no tiene, pues,
precedentes ni mantiene paralelo alguno con el de todos aquellos que con
|
mayor o menor fortuna, talento e inspiración
hemos buceado en las procelosas profundidades de la lengua conservada por los
Baskos. Fenn prescinde de todas las noticias concernientes a la antigüedad de
España y se centra exclusivamente en el estudio de todos esos enigmáticos
signos trazados por el hombre de
Las
innumerables manifestaciones cosmológicas y religiosas que se encuentran sobre
la tierra ibérica, claras fuentes de la
sabiduría más antigua, nos ofrecen un incomparable tesoro de altísimo valor
ético. Desde tiempos más remotos que en ningún
otro país del mundo, ya se nos presenta la gráfica ibérica con sorprendente
riqueza de sublimes ideas y elevadísima espiritualidad.
En
infinidad de lugares y en los más diversos emplazamientos de la península
Ibérica -sobre rocas yacentes o escarpadas, al aire libre, en santuarios y
cuevas, en dólmenes y sobre losas de tumbas relacionadas con el culto a los
muertos- encontramos tales signos esculpidos o pintados. Se presentan en forma de símbolos aislados y hasta en grupos de
amplias composiciones de figuras muy variables, grabadas con gran maestría en piedras, desde la blanca arenisca
hasta el más duro granito. En todo el Neolítico español, desde fines del
Paleolítico hasta su perduración en
También
en numerosos objetos de culto y amuletos vemos expresadas las mismas ideas
cosmosóficas que, con las anteriormente citadas, forman un conjunto armónico y
trascendental. Es así mismo interesantísimo observar cómo la cultura nacida en el suelo ibérico extiende su influencia en
todas direcciones, llegando hasta los países limítrofes del Mediterráneo
oriental.
Al final de la última época glacial, la
península Ibérica juntamente con las partes pobladas de
En el
pueblo vasco es donde se encuentra más conservado el tipo ibérico. Euskadi representa hoy para la moderna ciencia lingüística la clave para el
estudio de un antiguo y auténtico idioma ibérico. Encontramos, además, en las
rocas cantábricas los testimonios más numerosos y expresivos de la astronomía y
cosmografía antiguas; pero la máxima importancia de este rincón cantábrico
la constituyen dos de las manifestaciones del espíritu humano que debemos
calificar como las más altas y más antiguas del continente europeo y quizá del
mundo. Sin exageración, puede otorgarse a las pinturas de la cueva de Altamira el título de maravilla del
arte, de la misma manera que el mapa celeste de las peñas de Eira d´os Mouros puede conceptuarse
como un milagro de la ciencia.
Mientras
el Oriente, con la interpretación de figuras y personificaciones fantásticas,
llegaba a un politeísmo ilimitado, en el Occidente
se iba formando el más absoluto monoteísmo,
la revelación de un ser divino y omnipotente como única y suprema explicación
de los misterios del cosmos. (...) Eran intuiciones de una profunda
religiosidad que no permitía ninguna personificación directa del Ser divino,
sino solamente un símbolo para satisfacer el deseo humano de poseer o llevar
algún objeto sagrado o símbolo de
La
inmensa riqueza en metales y las magníficas obras de los artesanos en oro,
plata, cobre y marfil, y de su arquitectura megalítica; el florecimiento en la
cría de caballos y la domesticación de todos los animales útiles; el cultivo de
frutas exquisitas, legumbres y de los mejores cereales, está bien atestiguado
en la antiquísima Iberia. Hoy nos
demuestra
Si
comparamos la arquitectura del Oriente con sus contemporáneas megalíticas y
ciclópeas del Mediterráneo (...) nos
inclinaremos a favor de un origen occidental o ibérico.
Ofuscados
por el posterior de la cultura greco-romana hacia el Occidente, y el gran
adelanto de las investigaciones arqueológicas practicadas con absoluta
preferencia en el Mediterráneo oriental, se llegaba a la convicción de que toda
la cultura europea tenía su origen en el Oriente, estableciéndose así un
verdadero dogma científico, del cual es
su más expresivo error la increíble aseveración que supone a los fenicios como
procreadores de la cultura ibérica. Pero con las pruebas que aporta el
Paleolítico ibérico (...) la
situación del cuadro prehistórico experimenta una variación esencial en todos
los aspectos.
Por
eso se puede entender que la generación pasada de investigadores en el terreno
ibérico, salvo pocas excepciones, fuera
seducida también por la hipótesis orientalista, que menosprecia las facultades
intelectuales del Occidente. Todo lo que aparecía de alguna importancia en el
espacio vital de los iberos, se creyó influido, hasta lo más mínimo, por las culturas egipcia y griega, si no importado directamente
por los fenicios. Es deplorable que se juzgara la actividad cultural del
occidente europeo con un juicio tan devastador. (...) Así mismo, es también extravío la subordinación cronológica de la
cultura ibérica .... a los
sucesos en el Oriente. (...) Con las
pruebas de que la antiquísima Iberia y, con ella, el Occidente europeo, gozaban
-ya en épocas remotísimas de
Rehuso
la forma simplista de resolver ciertos problemas de nuestra Prehistoria, apelando
a las comparaciones directas con la etnología, por ejemplo, del negro
australiano. La vida y la mentalidad de
las razas inferiores que viven aún hoy en estado primitivo o volvieron al
primitivismo con restos degenerados de culturas más elevadas, no reflejan nunca
el intelecto de las razas superiores. Por esto, me parece más adecuado estudiar
al europeo primitivo en examen retrospectivo, sondeando el alma del hombre
occidental. Así, encontramos las bases intelectuales y los elementos
básicos bien conservados en innumerables mitos, cuentos, fábulas, costumbres
antiquísimas y, también, en creencias y sentimientos íntimos del hombre actual.
¿Oriente u Occidente? Las
opiniones respecto a esta diatriba, oscilan entre el tradicional y dominante
orientalismo y los ensayos de conceder también al Occidente el debido y justo
aprecio de su colaboración en el desarrollo cultural del mundo antiguo. A favor
del Occidente, lucharon en primer
lugar Bosch-Gimpera, Much, Penk, Loeher, Krause, Faidherbe, Reinach y Wilke...
Lo que
sabemos de antiguas fuentes literarias sobre la vida y cultura de los pueblos
ibéricos y germanos, pertenece a épocas muy tardías. Las opiniones de los
escritores romanos sobre los Bárbaros del Occidente, están influidas en su
mayor parte de la misma arrogancia con que hoy hablan de sus vecinos y propios
antepasados, las naciones que han conocido un rápido progreso técnico y
económico. Los pocos pero muy importantes relatos sobre una
alta y antiquísima cultura de origen occidental, no encontraron la debida
consideración. Además, es deplorable que en la vieja Europa las pasiones
políticas enturbien todavía el claro entendimiento de los sucesos históricos y
prehistóricos.
Europa, en su desmembración política, ha
olvidado que su florecimiento brotó de una comunidad racial y cultural
inseparables e indestructibles, a pesar de toda disensión particularista. No
obstante tantas mezclas de sangre, migraciones de tribus y acontecimientos
bélicos, se conservaba el modo de ser y la espiritualidad europea con
caracteres propios que se distinguen, evidentemente, de todos los círculos
raciales y culturales asiáticos y africanos.
Con
gran anterioridad al asombroso desarrollo de la cultura griega y a su
subsiguiente despliegue hacia el Occidente, hubo un gran movimiento, perfectamente documentable, del Oeste europeo
en dirección al Este. Los portadores de esta evolución fueron las razas
mediterránea y nórdica que aún hoy presentan el contingente más valioso y
dominante en las zonas del Occidente
que ya habitaron desde el Paleolítico.
Me
atrevo a pretender que el primer impulso de la arquitectura megalítica de
Egipto, llegó del Occidente
mediterráneo. En los dólmenes y tumbas más antiguas de Egipto se encuentra,
entre los restos humanos, la raza mediterránea tan bien representada como en
todos los monumentos megalíticos del Mediterráneo occidental. Y en todo el
Norte del continente africano surge una cultura neolítica correspondiente a la
ibérica. Y desde las Islas Canarias hasta el Nilo aparecen esqueletos y momias
con caracteres europeos. Es digno de mencionar, por otra parte, que la más
antigua religión egipcia era monoteísta.
Mientras
la mitología egipcia llegó, a base de concepciones plasmadas en objetos
concretos, a un politeísmo ilimitado, fundóse la religiosidad ibérica en una
alta cosmosofía y en un monoteísmo absoluto. Y así como en el Oriente las
escrituras nacieron influidas por la predilección de representar algo material,
la escritura ibérica procede, sin duda alguna, del simbolismo abstracto del Neolítico
del Occidente.
Indudablemente, el simbolismo egipcio
(grabado en las rocas de diorita cercanas a la segunda catarata del Nilo) se presenta en el Occidente europeo con
una anterioridad de 5000 años, cuando menos.
Aunque
la literatura hebrea está muy influida por la semítica y egipcia, el monoteísmo
absoluto de la religión israelita es diametralmente contrapuesto a todo el
politeísmo oriental. El reino de Jehová
se nos presenta como una isla europea en el Oriente antiguo.
Los
primeros alfabetos del Occidente conservaron todavía el carácter de los
símbolos y signos religiosos y astronómicos anteriores. Más tarde, el deseo de
embellecer las letras y con el progreso de las artes, especialmente la
arquitectura, se intenta armonizar el aspecto de las líneas escritas. Aunque
los griegos y los romanos crearon en tal sentido estilos peculiares, dudaron
ellos mismos del origen autóctono de sus escrituras. Comparando las letras
ibéricas, germánicas, británicas, escandinavas, itálicas, griegas y,
finalmente, las cretenses y fenicias, incluyendo también las europeas modernas,
no queda otra solución que afirmar su origen común y éste no puede ser otro que
el remotísimo simbolismo occidental. En capítulos anteriores hemos estudiado el
desarrollo de los ideogramas ibéricos hasta los límites de la época glacial.
Conocemos los altos talentos de los pueblos
del Occidente por su arte paleolítico, sus grandes facultades espirituales y
por sus admirables conocimientos astronómicos, que sobrepujan todo lo que
cualquier otro país del mundo pudiera presentar.
Teniendo en cuenta, pues, las conclusiones
resultantes de nuestro estudio, debemos reconocer que los habitantes del
extremo Oeste de Europa y especialmente de
Europa es una comunidad racial que se honra
a sí misma distinguiendo con el más profundo respeto y gratitud a nuestros
remotos antepasados, fundadores del espíritu e idealismo europeos. Pero a la
vez, hemos de reconocer sin reservas que el centro más antiguo y fundamental de
la cultura europea es el círculo ibérico, con su religión astral y monoteísta.
Desde antiguo, vengo defendiendo que la escritura
nació en
La mayoría de los textos que nos han legado los tiempos prehistóricos, ora yacen
enterrados ora han perecido víctimas
|
de la erosión. Queda sólo, como única
evidencia manifiesta, la de los escritos grabados o pintados en las
grutas, abrigos, peñas, acantilados o megalitos del antiguo País de Occidente.
Léase, de
W. Fenn, como yo antes de saber de su
existencia, comprendió que todas las pinturas y grabados rupestres,
paleolíticos, que ilustran las grutas y abrigos ibéricos y galos, tuvieron el
carácter de escritura. Por mucho que seamos incapaces de entenderla. De ahí la
importancia de descifrar, para siempre, todas esas pinturas y garabatos
que los arqueólogos han contemplado, hasta ahora, como simples curiosidades. Porque la identificación
del país en el que naciera la escritura puede contribuir
poderosamente al esclarecimiento de nuestros orígenes, al caer por su propio
peso que el país que inventase la escritura -léase la transmisión de ideas y de
conceptos a través de símbolos convencionales- hubo de ser al propio tiempo el
que alumbrase la civilización. O, lo que viene a ser lo mismo, el que viera
nacer a la primera Humanidad merecedora de tal nombre; a las primeras
sociedades humanas netamente racionales o inteligentes.
Una de las dificultades con la que nos
enfrentamos a la hora de identificar la cuna de la escritura, es la de la
escasa fiabilidad de las dataciones. Porque a la dudosa exactitud de la
datación de las piedras o arcillas sobre las que se grabaron los más viejos
símbolos, se suma la de que la ancianidad de esos soportes no tiene por qué coincidir necesariamente con la fecha en
que se trabajó sobre ellos. Yo puedo coger una teja de hace tres mil años y
grabar algo en ella que dentro de trescientos años parecería antiquísimo. Tan
viejo como la propia teja. De donde se desprende que, siendo incontestable que
el triángulo púbico de
A pesar de que resulta bastante obvio que la
de la escritura es una práctica que los seres humanos realizamos con
el concurso exclusivo de nuestras manos, nadie ha caído en la cuenta
hasta aquí de la obvia e indiscutible relación existente entre la voz baska esku
para denominar a la mano... y la
propia palabra escribir... Tampoco se ha comprendido que en la palabra escribir
se encuentra, intacta, la raíz del nombre de Iberia... ¿Se debe
todo esto a la casualidad?
|
Para que quede meridianamente claro que la casualidad no ha intervenido para nada
en todas estas cuestiones y que la escritura nació en tierras de Iberia,
voy a empezar por desvelar uno de los mayores enigmas que nos plantea nuestro
pasado: el porqué de la presencia de tantas manos, fielmente reproducidas en los muros de todos nuestros Santuarios rupestres y a las que
Tengo probado hasta la saciedad que Iberia
y Etiopía
fueron sinónimos en
¿Qué tiene que ver todo esto con las manos pintadas en nuestras cuevas? En
seguida vamos a descubrirlo.
Los antiguos Etíopes Eskalantes = Eskeletas = Eskitas = Euskaros utilizaron la
palabra baska esku -derivada de su nombre- para denominar a las manos...
y a la libertad. Nada menos. Y de ahí, obviamente, el hecho de que la pintura de la mano extendida fuera sinónimo de libertad. O el hecho de que de esa misma voz baska esku
se haya derivado el término escritura, así como el nombre de los
punzones o eskilinbas que se utilizaban para escribir. Luego las manos
pintadas en nuestras cuevas, más que manifestaciones artísticas, son escritura químicamente pura y vienen a
ser algo así como fotocopias del carnet
de identidad del pueblo que las representó. Porque con la plasmación de
esas manos -esku, en euskera-
estaban proclamando su orgullo de pertenecer al pueblo más libre que jamás haya existido, así como al más antiguo de
Una de las pruebas irrefragables que
refrendan la maternidad galoibérica
sobre el habla y la escritura, nos la aportan
precisamente los propios nombres con los que a ambas se designa. Al habla
me referiré en otra ocasión y respecto a la escritura, nítido e
incontrovertible resulta el esquema que ya he reproducido en varios de mis
libros y que vuelvo a reflejar a continuación. Nadie osaría poner en duda que
fueron los Eskálibes = Eskalantes = Eskitas = Euskaros = Eskotos
(éstos últimos son mencionados por las fuentes británicas como oriundos del Norte de España y como colonizadores de
Irlanda y Escocia), quienes
acuñaron todos estos conceptos y significados, emparentados entre sí, que
reproduzco a continuación. Y con el fin de unificar la ortografía y evitar
tener que utilizar tres letras distintas para expresar un mismo sonido, recurro
a la k como madre que fue de la c y de la q:
eskalepa
> eskolio, escrito (romance = castellano)
> eskolops, cruz con inscripciones (griego)
> eskalepa, menhir con inscripciones (ibérico)
eskulpir (romance)
eskribir (romance)
eskema (romance)
eskarpia / eskoplo, herramientas para esculpir (romance)
eskarbar
> exkavar >
kavar (romance)
esklabar
> klabar (romance)
eskytalo
cilindros
escritos (griego)
eskudo, utensilio
defensivo grabado con símbolos e inscripciones
(romance)
Como hemos visto, el asunto es tan
aplastante que no admite controversia posible. Bien, pues no menos contundente
resulta lo sucedido con la palabra grabado, término cuyas dos versiones más antiguas aparecen
justamente en la lengua castellana: garabato y galimatías. Con la
particularidad añadida de que estas dos palabras castellanas resultan hallarse
emparentadas con todas aquellas que acabo de enumerar. Y es que los Eskálibes
o Cálibes
respondieron también a los gentilicios de Caribes, Carabantes o Garabantes.
Lo que viene a refrendar el rigor y la ancianidad de la tradición que -a tenor
de lo que se deduce de todas estas palabras- atribuía a estos pueblos
cantábricos la invención de la escritura. Júzguese, si no, a partir de todas estos términos, estrechamente vinculados entre sí:
gallanbaza
|
galimatías (romance
= castellano)
garrapato,
letras o signos torpes (idem)
garabato, rasgos mal trazados (idem)
grabado (idem)
grafos > gráficos (griego)
gramatos
> gramática (griego)
|
calabaza = calavera >
caletre, inteligencia (romance)
calimbo, marca
(idem)
columba = columna, utilizadas antaño para realizar
inscripciones
cálamo, pluma
de ave para escribir
calabo
> clavo, punta incisiva para grabar
cárabe, ámbar;
material apreciadísimo para modelar figuras o efectuar
inscripciones
de carácter sagrado
cara(b)íta,
intérprete estricto de las Escrituras
Aparecen en este esquema, como vemos, por
una parte ciertas palabras directamente relacionadas con la escritura y, por
otra, varias más que designan a antiguos soportes,
objetos o materiales sobre los que se realizaban inscripciones o escritos. Tal
es el caso de las columnas, cuyos fustes servían para reproducir gestas y anales históricos
(recordemos
El esquema que acabo de reproducir se me
antoja, como mínimo, impresionante. Por lo que expresa y también por lo que
entraña, evidenciando hasta qué punto es extraordinariamente antigua la lengua
castellana. Porque aunque
|
aceptásemos que gramatos fuera una voz griega que no
tenía su paralelo en el habla ibérica (supuesto que tengo por disparatado),
siempre estará ahí la palabra garabato, morfológicamente más
antigua que gramatos, para probar y documentar el sustrato ibérico de la
lengua griega, así como la mayor ancianidad de la lengua ibérica de la que es
hija el castellano.
Pero si impresionante es cuanto antecede, no
lo es menos el hecho de que al calor de esa misma raíz y en el seno de esa
misma prolífica familia de términos del lenguaje, se integren todas estas voces
que voy a enumerar a continuación y a las que vincula su relación con cualquier
tipo de instrumento cuyo carácter punzante o incisivo le hace útil para sujetar
o para agarrar objetos. Así pues y siempre a partir de la misma
radical de la que partíamos en el esquema precedente, vamos a descubrir esta
fascinante parentela de palabras montañesas
o protocastellanas:
garabasta, arista de los cereales
garabeta, taco de madera rematado con alfileres
garabitu, objeto o miembro erecto
garfañar, dar zarpazos
garfallar, coger de un zarpazo
garfaña, zarpa
garfio, utensilio punzante
garruñar, arañar
garrapilla, coger algo disputándolo
gurrufalla, gente rahez
gurrir, soltar el ancla
garranga, anzuelo
garra, que posee uñas agudas
garrabera, zarzamora con pinchos
garrancha, especie de garfio o gancho
garrancho, punta aguda de un tronco o rama
garrocha, vara con un arpón
garrote,
palo
grueso rematado con un clavo
garrochón, rejón
garrón, espolón de un ave
|
Así se ha formado el lenguaje humano y no,
como se piensa, a partir de los préstamos de palabras entre unas lenguas y
otras. O, mucho menos aún, de ficticias colonizaciones
idiomáticas como la supuestamente protagonizada por la lengua latina.
Con la inclusión de este apartado sobre el
origen de las palabras escrito y grabado, he querido
demostrar que la prueba más
incontrovertible de que la escritura nació en el litoral cantábrico, nos la
proporciona el hecho de que dichas palabras tengan su origen en él. Y si,
además, resulta ser la propia Cantabria
la región en la que descubrimos las primeras manifestaciones de escritura, decenas de miles de años más
antiguas que las encontradas allende, entiendo que a partir de dos pruebas tan
colosales, no nos queda otra alternativa que la de rendirnos definitivamente a
la evidencia de que la escritura y, con
él, el lenguaje, tuvieron su cuna a orillas del Cantábrico. Como vulgarmente
se dice, el asunto no tiene vuelta de
hoja. Porque la prueba más demoledora de que lenguaje y escritura
nacieron en el Norte de España, aun
siéndolo enorme, no lo es el hecho de que sea en esta región en la que aparecen
las primeras manifestaciones escritas. La verdadera prueba del nueve de que esas dos cruciales innovaciones humanas
fueron gestadas por los remotos pobladores del litoral Cantábrico, nos la ofrece el hecho de que los términos para designar a esos dos
prodigiosos avances de
Los verdaderos padres de Europa Inicio
He escrito en numerosas ocasiones y vuelvo a
hacerlo una vez más, que el único
historiador pretérito que estuvo a punto de identificar la verdadera cuna de
Moreau
de Jonnés puso su sustantivo grano de arena al edificio de la
recuperación de la memoria perdida de
Cueva de las Monedas “Las Cuevas de las Monedas en Puente Viesgo” Eduardo Ripoll Perelló, Barcelona 1972 |
no haber tenido acceso a mi obra hasta la
fecha, no tienen noticia alguna de su existencia. He aquí los nombres de los
más importantes:
Juan
Parellada de Cardellac, Juan Fernández Amador de los Ríos, José
Pellicer de Ossau, Oscar Vladislav de Lubish Milosz, Waldemar Fenn, D´Iharce de
Bidassouet, D´Arbois de Jubainville, Louis Charpentier, Juan de Caramuel y
Lobkowitz, Padre Francisco Sota, Andrés Giménez Soler, Gregorio López Madera,
Fray Gregorio de Argáiz, Fray Juan Annio de Viterbo, Jerónimo Arbolanche,
Manuel de Góngora, Imanol Aguirre y Julio
Cejador.
De la existencia y de la obra de todos estos
nombres he ido sabiendo con posterioridad a la concepción de mis tesis y de la
publicación de mis primeros libros, habiendo sido mis propios lectores quienes
me han facilitado copias de algunos de los suyos. A todo ello me refiero en los
párrafos que siguen, en los que dejo constancia de las personas a través de las
cuales conocí a todos esos autores y, en los casos en que lo recuerdo, de las
fechas en que me entregaron las fotocopias de sus libros:
Juan
Parellada de Cardellac: mi
octava hija, Olibia, adquirió el
único título que conozco de este autor -La
lumière, vint-elle d´Occident?- en una librería de Salamanca en la que, en
aquel momento, se vendía mi libro Tartesos,
versus Ebro. Hacia el año 1998.
Juan
Fernández Amador de los Ríos:
en el curso de un ciclo de conferencias organizado por mí en Zaragoza -El río Ebro y los orígenes de Iberia- un
amante de nuestra historia que asistió a todas las conferencias, Agustín Serrate, se acercó a mí al
finalizar una de ellas y me mostró un opúsculo de este autor del que más tarde
me facilitó fotocopia. Fernández Amador
de los Ríos fue un ilustre catedrático aragonés, miembro además de
Oscar
Vladislav de Lubish Milosz y Waldemar Fenn: en el curso de ese
mismo ciclo de conferencias, uno de los escritores a los que invité a
participar en el mismo, Luis Racionero,
me mostró sendos libros descubiertos por él y que me permitió fotocopiar. A Waldemar Fenn acabo de referirme hace
un momento y en cuanto al lituano Milosz,
escribió un opúsculo clarividente titulado: Les origines ibériques du peuple
juif.
José
Pellicer i Ossau: supe
de la existencia de este antiguo cronista regio, que como muchos otros pero con
mayor fundamento y mejores argumentos defendió la localización de
D´Iharce
de Bidassouet: abate francés al que
descubrí también en
D´Arbois
de Jubainville y Louis Charpentier: ambos llegaron a mi
conocimiento a través de José Mª de
Areilza. Hacia el año 1988. La
obra del primero, Les premiers habitants de l´Europa, la había heredado Areilza de la biblioteca de su padre. D´Arbois
llevó a cabo una ímproba labor de recopilación de textos históricos griegos, en
la que hemos bebido innumerables investigadores europeos. Sólo por el rigor y
el acierto con que se consagró a esa difícil tarea de rescatar del olvido
multitud de testimonios históricos que permiten reconstruir
Juan
de Caramuel y Lobkowitz: en
un libro de este autor, que descubrí también en
Padre
Francisco Sota: historiador del siglo
XVII y autor del libro Chrónica de los Príncipes de Asturias y de
Cantabria. Supe de la existencia de este antiguo chronista en 1986 y a través del alcalde de Potes. Alguien que comprendió que el
contenido de esa obra suponía un refrendo monumental para mis tesis, se la
prestó para que me la hiciera llegar. Fue el primer libro en el que vi
palmariamente corroboradas mis tesis y el que me decidió a iniciar una
investigación en profundidad en
Andrés
Giménez Soler: catedrático e
historiador nacido en Zaragoza el año 1869. En su libro
Gregorio
López Madera: miembro del Consejo
de Castilla en el siglo XVI, defendió con ardor y erudición el
disparate que supone la afirmación de la latinidad
de la lengua castellana. Sólo un tonsurado andaluz de su época arremetió contra
él, basándose en la autoridad de todos los Doctores
de
Fray
Gregorio de Argáiz: este
clérigo del siglo XVII -de cuya existencia supe merced a mis indagaciones en
Fray
Juan Annio de Viterbo: no
he sido muy exacto al señalar a Hauberto
de Sevilla como la bestia negra
de todos los historiadores españoles de los siglos precedentes. Porque tantos o
más denuestos que este monje alemán (o quien tras su identidad se
escondiera...) ha recibido en Europa este otro monje italiano, autor de una Chrónica de los orígenes de
Jerónimo
Arbolanche: jovencísimo y brillante
poeta de
Manuel
de Góngora: supe de la existencia
de este polígrafo andaluz que se postula como el primero en haber estudiado la
más remota escritura de
Moreau
de Jonnés: por último, supe de la
existencia de este erudito francés en una librería de Madrid más o menos
especializada en libros esotéricos y
extraños. Cosa curiosa, porque su libro Los tiempos mitológicos no tiene
absolutamente nada ni de lo uno ni de lo otro. Compré este libro en los años en
que viajaba con frecuencia a Madrid, desde Valladolid, con el fin de
entrevistarme con José María de Areilza
y de frecuentar
Uno de mis mayores orgullos como
investigador de la génesis de nuestra especie, habrá sido el de lograr reunir y
rescatar del olvido a toda esa relativamente extensa relación de sabios europeos que -en el decurso de
los últimos cinco siglos y a pesar de sufrir todos los condicionantes que sobre
el ejercicio intelectual libre e independiente imponía su difícil época-
tuvieron la lucidez y el valor de defender tesis históricas que contradecían
profundamente los conocimientos y, lo que es peor, los dogmas por entonces
consagrados. Nunca hasta ahora se había sabido de la existencia de esta
auténtica Escuela de Historiadores
europeos. Sólo se sabía de la existencia de algunos de esos nombres y, en
cualquier caso, jamás se había ni siquiera intuido que pudieran haber sido
tantos ni, muchísimo menos, que fueran tan estrechos los lazos que existían
entre todos ellos.
Todos esos investigadores que he enumerado -y
algunos otros que sin duda ha habido y de los que aún no tengo conocimiento- configuran la más importante corriente
intelectual que jamás haya existido. Y su valor y mérito es tanto mayor
cuanto que los descubrimientos genéticos que ahora empiezan a prodigarse, han
confirmado el extraordinario acierto de todos esos Europeos a los que algún día
La conclusión que se desprende de este
extenso comentario que, plenamente consciente de su importancia, he querido
dedicar a los precursores de algunas de mis tesis históricas y filológicas, es
la de que, aunque enterrada por el tiempo, por la amnesia humana y por los
intereses de las naciones triunfadoras que han escrito